No os vamos a mentir: el tema que traemos hoy a la palestra es uno de los que más nos cabrean y que, además, supone una de las mayores injusticias ya no solo en nuestro país, sino en todo el mundo. Vamos a hablar del abandono que sufren las personas mayores por parte de sus familiares, un aspecto de la vida que no solo es muy triste, sino que tiene implicaciones a nivel legal que, desde luego, hay que hacer todavía más firmes y con las que se debe castigar a todas esas personas que abandonen a un familiar con una cierta edad.
En el mes de marzo de 2018, el diario El País publicó una noticia en la que se comentaba el drama de unos ancianos que habían sido abandonados por sus familias en un hospital en Santa Cruz de Tenerife. Una vez que esos ancianos fueron dados de alta en dicho hospital, sus familias no acudieron a recogerlos. ¿Por qué? Los motivos que son esgrimidos por las familias en estos casos siempre suelen ser la falta de espacio en el hogar o la falta de tiempo, una cuestión derivada del trabajo de esas personas. A nosotros, desde luego, no nos valen esas excusas.
Esto implica sanciones, y las implica ya no solo en un país como lo es el nuestro, sino en otros muchos. El Semanario Universidad, publicación costarricense, indicaba que en Costa Rica ya existían multas y penas de cárcel por abandonar a ancianos. Y a nosotros nos parece perfecto que así sea. No podemos pagar de esa manera toda la experiencia, conocimiento y trato que nos han brindado las personas mayores a lo largo de su vida para mejorar las perspectivas de nuestra existencia. No es que sea injusto solamente, es que tampoco es humano.
Es cierto que hay ocasiones en las que se hace complicado para una persona cuidar de sus mayores por motivos laborales. Venimos de vivir tiempos convulsos en lo que tiene que ver con la economía y eso, desde luego, ha obligado a mucha gente a trabajar mucho y cobrar poco porque las empresas son como son y se han aprovechado de una situación que no ha sido la mejor para las familias. Sin embargo, y como ya os hemos dicho, eso no nos vale como excusa. Siempre ha habido medios para que nuestros mayores tengan la posibilidad de vivir una vejez digna.
Hay que tener claro algo: una cosa es abandonar a nuestros mayores y otra muy diferente es hacer que un o una profesional se quede a cargo de ellos y de todo lo que necesitan por el hecho de que no tengamos tiempo para atenderlos. La ley prohíbe lo primero y obliga a lo segundo en el caso de que ningún miembro de la familia tenga la posibilidad de cuidar personalmente de una persona anciana de su familia. Muchas personas han sido multadas en España por no haber puesto esos medios suficientes para cuidar de sus mayores y eso es lo que ha permitido que aumente y mejore la conciencia al respecto de este tema en el interior de nuestras fronteras. Nos lo han comentado desde Cuidado en Casa, empresa desde la que aseguran que ha crecido la demanda de servicios de cuidados para personas mayores en España en el último año.
Una cuestión de humanidad
La verdad es que es bastante triste que la ley tenga que ponerse dura con estas cosas para que nos veamos obligados y obligadas a cumplirla. Cuidar de nuestros mayores debería ser algo que saliera de nosotros y nosotras. Es así en muchos casos, por supuesto, pero no en todos. Y debería serlo en todos.
Ojalá que, de cara a los años que están por venir, siga mejorando la conciencia al respecto de este tema en un país como el nuestro, que, por cierto, no es el único en el que ocurren estas cosas. La ley no tendría por qué existir si todo el mundo tuviera la decencia de saber qué es lo humano y qué no lo es, pero por desgracia nadie nos puede garantizar eso. Al menos tenemos medios para castigar los actos inhumanos. Y abandonar a una persona mayor que necesita ayuda lo es, que no os quepa duda alguna.
Hay que recordar una cosa: todos y todas vamos a convertirnos algún día en personas mayores. ¿Nos gustaría que nos trataran como a esos ancianos de Santa Cruz de Tenerife a los que nos hemos referido antes? La vida da muchas vueltas, os lo podemos asegurar, y siempre hay tiempo de sobra para que un mal que hemos realizado en algún momento sea ejercido en nuestra propia contra. Seguro que no nos gustaría a nadie vivir esa situación.